01/08/2024
¿Es la muerte el último escalón? Así empieza el libro que nos ayuda a pensarlo todo de nuevo
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Fuente: telam
El doctor Pablo Asan trabaja con pacientes terminales. En ese vínculo recogió la experiencia y las emociones de quienes se acercan al final. Aquí, plantea las preguntas centrales y busca dar contención espiritual y emocional

>El doctor Pablo Gabriel Asan ha llevado al público su reciente obra titulada Sigo aquí, no he partido: Coloquios de la vida y la muerte una propuesta literaria que aborda profundas temáticas existenciales a través de sus experiencias con pacientes terminales. Esta obra, según el propio autor, busca consolidar un espacio de reflexión sobre los aspectos inevitables de la vida y la muerte, y proporcionar consuelo a quienes atraviesan momentos de duelo.
La primera edición de Sigo aquí, no he partido -disponible en el formato tradicional de papel y en el digital- amalgama las experiencias y diálogos que Asan ha sostenido con aquellos que se encuentran en sus últimos momentos, ofreciendo perspectivas que trascienden lo anecdótico. Este enfoque implica no solo una mirada introspectiva sobre la muerte, sino también una herramienta para el consuelo y entendimiento en momentos críticos de la vida.Aquí, un fragmento del primer capítulo.
¿Es la muerte un último escalón? ¿Hay algo aguardando luego de cada vida terrenal? ¿Es posible la existencia de un alma física? ¿Finalmente es capaz nuestra esencia de viajar de un cuerpo a otro?Existe la natural necesidad de dotar de lógica a lo desconocido que sucede tras el cese de esta vida, la actual, y la necesidad de dar un sentido, desde lo más sagrado a los fallecimientos y a los posibles escenarios con los que podríamos encontrarnos luego de nuestro último halo de conciencia terrenal.
A su vez, se afirma la existencia de un infierno o “fuego” eterno, en el cual reina el sufrimiento, la pena y el arrepentimiento. Aquí, finalizan las almas de personas que en su vida terrenal han cometido actos imperdonables, o sin arrepentimiento sincero, o bien, reincidiendo en estos sistemáticamente.
En contraparte, en las religiones más orientalistas, como el budismo y el hinduismo, este premio o punición se plantea en forma de una nueva “oportunidad”, o reencarnación en la que el alma tiene la posibilidad de ir vida a vida, o reencarnación en reencarnación, evolucionando en dirección “ascendente” transitando innumerables vidas hasta llegar a un punto de elevación o perfección en la cual el alma se eleva sin volver a reencarnar y permaneciendo en un estado eterno de resguardo celestial y superioridad; por otra parte, de la misma manera en sentido “descendente”, el alma, según sus acciones, si estas fueron “malas”, transitan un proceso de degradación, que transcurre de vida en vida.Los misterios que envuelven el fenómeno de la reencarnación pueden ser interpretados por personas dotadas por dones, o quienes nacen con un sentido de la percepción con el cual no cuenta el grueso de la humanidad, acercándose a la realidad que esconde. En contrapartida, todo podría ser mera casualidad y no existir tal reencarnación.
Las almas iniciarían de cero y, al desocupar un cuerpo, se desvanecerían definitivamente como un bien utilizado a nuevo hasta ya no cumplir ninguna función por el inevitable desgaste, siendo igualmente cruel el paso del tiempo para el cuerpo como para esta que lo ocupa. O bien, acabar en un gran depósito de almas.La manera en que hemos sido criados, hemos crecido, con quiénes hemos compartido la mayoría de los días de las etapas más importantes y trascendentes de nuestras vidas, de quién hemos aprendido, qué hemos aprendido, cuánto interés le hemos puesto en escuchar al otro, leer, aprender, recapacitar sobre nuestra existencia; todos o cada uno de estos factores, podrían determinar la forma en que vemos esta temática al ser adultos y tomar conciencia de que muy posiblemente no sea solo un cuerpo de lo que estamos hechos, sino también de una esencia interna, profunda, imperceptible a la vista y que puede determinar nuestra forma de ser y actuar.
La idea de un alma material no es nueva. El filósofo griego Heráclito, quien vivió en el siglo vi a. C., pensaba que el alma estaba compuesta de un tipo de materia inusualmente fina o rara, como el aire o el fuego. Sin embargo, si era material, tenía que tener algo de peso. Si el alma tiene peso, significa que tiene masa y esta está sujeta a la fuerza gravitacional de la Tierra. Esto, con el paso de la historia, ha motivado a diversos investigadores a realizar experimentos para pesar el alma.En 1907, el médico escocés Dr. Duncan McDougall, basándose en la teoría de que el alma existía como parte de nuestro ser, llevó a cabo un experimento que consistía en pesar a un número determinado de pacientes que se encontraban cercanos a su momento de muerte. Cuando la muerte era inminente, toda la cama del paciente se colocaba rápidamente en una báscula de tamaño industrial altamente sensible.Al morir el cuerpo visible, el alma parte, y también esta masa. McDougall midió el peso del alma, basándose en la pérdida promedio de masa en estos seis pacientes, en 21 gramos.
En otra de las refutaciones, alguien más sugirió que la exhalación final de los pacientes moribundos podría haber contribuido a la pérdida de peso, dando a entender que el aire restante que el fallecido no había exhalado, representaba esos 21 gramos. Para responder a esto, McDougall se subió a la cama y exhaló con la mayor fuerza posible, eliminando todo el aire posible contenido en los pulmones mientras su asistente observaba la báscula. No hubo ningún cambio.
En estos momentos de la vida, los pacientes refieren ver personas, muchas veces familiares o conocidos, situaciones inexistentes a nuestra vista. Generalmente, lo hacen mirando un punto fijo. Son innumerables los casos de pacientes que, cercanos a su partida, refieren ver a familiares ya fallecidos presentes en ese momento, en esa misma habitación. Afirman que vienen a buscarlos, a guiarlos. Posiblemente sea el mismo fenómeno que ocurre con aquellos que han permanecido en coma por unos minutos o días, generándose un estado mínimo de conciencia o un estado alterado de la misma. Quizás sea ese mismo estado el que se precisa para estar en contacto con habitantes de otro plano o frecuencia.
Si intentamos trazar un paralelismo de estas situaciones, cuando alguien medita profundamente o es sometido a hipnosis para realizar regresiones, o bien al dormir, tenemos un sueño vívido en que, incluso al despertarnos, creemos que esa persona estuvo realmente ahí mientras dormíamos; estas situaciones, todas, requieren de un estado de conciencia distinto al que llevamos naturalmente el resto del día, cuando no podemos percibir fenómenos que posiblemente conviven con nosotros y no los notamos. ¿Por qué negarse a creer que existe otro plano, el cual no podemos notar por encontrarnos en frecuencias distintas?
Fuente: telam