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27/10/2024

“The rumble in the jungle”, cuando Alí noqueó a Foreman: así se vivió en el estadio la pelea más recordada de la historia

Fuente: telam

El 30 de Octubre se cumplirán 50 años de aquel memorable combate. El autor de esta nota, postulado para ingresar al Salón de la Fama del Boxeo Mundial, cubrió este suceso y lo evoca con la emoción intacta

>Era una ciudad marrón, apagada. Acumulaba el dolor de un pasado sufriente y de un futuro incierto. Recuerdo a Kinshasa como una ciudad iluminada por un sol quemante sin pájaros ni flores. Mi Dios, una ciudad sin pájaros ni flores muestra la mueca cruel de un dolor esdrújulo. Y a pesar de ello, el mayor show de la historia del boxeo, su página más brillante quedó registrada y escenificada allí, en lo que por entonces se llamaba Zaire y ahora es la República Democrática del Congo; o sea el ex Congo Belga. Un lugar del África Central habitada por gente huesuda y triste.

Nosotros, los periodistas, cuando estamos frente a un evento excluyente, de interés mundial, creemos que ello habrá de sostenerse en el tiempo. Tremenda decepción es comprobar después que aquella emoción no se eternizará; antes bien será una cita estadística. Una injusticia, pensamos. Pero no, es el tiempo quien las sepulta o las reemplaza. No se trata de una cancelación deliberada; más bien pareciera la natural dinámica del transcurrir de la vida actual.

Oh sí, comencemos. El ventilador colgante gira sobre mi cabeza con decrépito quejido. La habitación del hotel Memling, cuartel general de la prensa, simboliza el apogeo de la humedad. Las paredes tienen humedad, de los muebles se desprende el olor a humedad. Siquiera el aroma del primer café matinal logra disimularlo. Tampoco el humo de los cigarrillos aunque cuando fueran aquellos Chesterfield extra largos. Sobre una mesita artesanal de mimbre entrecruzado Emilio Ferés y yo apoyamos nuestras máquinas portátiles de escribir. No deberíamos desconcentrarnos ni con las gotas que caían de una ducha anémica con el cuerito desvencijado ni con algunos gritos eufóricos que aún provenían de la ochava, justo debajo de nuestro cuarto; tampoco con el vuelo o el zumbido de algún insecto que nos volaba sobre la cabeza. La hazaña de Alí al recuperar su corona mundial se festejó como si fuera un triunfo del pueblo, una epopeya de todos los congoleños. Y a la vez una sorpresa para el mundo. Ha ganado el hombre que les había dicho ser cada uno de ellos y luchar por sus derechos. Ha triunfado brillantemente el atleta que les prometió la gloria tras cumplir una sanción que duró tres años y dos meses (1967-1970) por no acudir como soldado al llamado del ejército durante la guerra de Vietnam.

Nunca había visto a Cassius Clay –por entonces era más conocido como Cassius que como Muhammad– tan necesitado por motivarse. En su último entrenamiento público, –cuatro días antes de la pelea-, acompañó cada movimiento con el murmullo gesticulado de un libreto abrumador. Alí iba diciendo con tono cada vez más alto cosas como éstas: “Bailaré, nací para bailar. Y no me podrá encontrar en todo el tiempo. El tirará su izquierda estúpida y yo moveré la cabeza, pasará de largo tantas veces como me lo proponga y seguiré siendo el rey”. Luego, acompañado por Bundini Brown, su amigo y algo así como brujo personal, también Ángelo Dundee, su técnico y Luis Sarría, el masajista, siguió gritando: ”Quiero saber quién de ustedes tiene dudas sobre mi triunfo. Vamos, anímense, cobardes periodistas que tienen la costumbre de hablar después... Hablen antes. Que alguno levante la mano y diga si esa momia puede vencerme; ¿hay alguno aquí capaz de decírmelo en la cara?”.

Cuando Foreman subió a la balanza lucía nervioso. Físicamente su figura mostraba una línea más estilizada que 6 meses antes cuando noqueó a Ken Norton (2° asalto) en Caracas. Sus 98.800 kilos parecían más consistentes y atléticos que los 97.970 de Alí. Para Archie Moore, uno de sus técnicos, ídolo del General Perón que engalanó el Luna Park peleando a comienzo de los 50′, éste combate no le dejaba dudas. Me dijo el viejo Archie: “Respeto mucho a Alí, lo he respetado toda la vida, pero no podrá hacer nada contra George; hay una gran diferencia de potencia, y eso es terminante en el boxeo. Esta pelea con mucha suerte para Alí, podrá durar cuatro rounds...“.

Hasta el domingo por la noche, tres aspectos planteaban las grandes incógnitas de la organización. Primero: la concurrencia masiva al estadio “20 de Mayo”. Las plazas autorizadas son 64.300. Y la venta de esas entradas, a través de bancos oficiales, estaba totalmente parada. Un obrero ganaba en aquella época en Kinshasa, entre 40 y 50 dólares por mes. La popular costaba 10 dólares. Mucho dinero para la gente que vivía de un salario. Y el ring side salía 250 dólares, mejor ni hablar…

Por cierto que ante el fracaso en la venta de entradas y la improbable llegada de turistas el dictador Mobutu Sese Seko Kuku, quien había depuesto a Patrice Lumumba –hoy héroe nacional– tras un cruento golpe de estado en 1960, dio libre acceso a todo el mundo y el estadio se llenó. No puedo hablar del negocio. Nadie por más que investigue sabrá la verdad absoluta de esta empresa mixta formada por el estado de Zaire, asociado a la Video Techniques (Mike Malitz y su joven abogado Bob Arum, quien entonces tenía 42 años) más Don King Productions –recientemente salido de la cárcel- y las cinco corporaciones presididas por el inglés George Dale. El gobierno de Zaire aportó 15 millones de dólares de los cuales 5 fueron para Foreman, otros 5 para Alí y los 5 restantes para gastos de la organización. Pensar que hoy le ofrecen 120 millones de dólares a Canelo para que elija rival y se presente en Arabia Saudita…

Todo aquello, lo del Zaire, lo recuerdo por haberlo escrito para El Gráfico. Y también partes de aquella nota. Por ejemplo: -A las cuatro menos cuarto de la mañana me di cuenta que todo era cierto. Que las 40.000 personas existían y palpitaban, que lo frenético del baile lingalo me ubicaba en África, que la transpiración que nos bañaba simbolizaba el clima de este misterio tropical, que Cassius estaba en el ring esperando a su rival y la expectativa del mundo entraba en su período de agonía. Cuando apoyó la espalda sobre las cuerdas en las que yo clavaba mis ojos, sentí miedo. Temí que semejante prodigio se desplomara ante la fuerza bruta de Big George. Y preparé por las dudas la frase póstuma: ‘Esta noche, el boxeo se quedó sin Clay, pobre boxeo’.

Toda esta guerra tenía un punto final: el ring. Pero no el ring hasta el momento de iniciarse la pelea: el ring como escenario hasta el mismo momento en que el combate terminara. Mientras se escuchaba el himno de los Estados Unidos, Cassius hacía señas a un sector del ringside de que “estaba temeroso”. Movía las manos juntando los dedos hacia arriba y acompañaba la expresión con una mueca infantil. Luego, al finalizar el himno de Zaire, llegó hasta las cuerdas y dirigió el coro para que entonara el estribillo que él mismo les había enseñado durante las siete semanas que estuvo en Kinshasa, el famoso: “Alí Buma, ye” (Alí mátalo). Cuando el referí Zachary Clayton –de Filadelfia, “puesto a dedo” por Foreman– daba las instrucciones, Cassius le dijo cosas irreproducibles. Y ya en combate le repitió algunas frases irritantes. Por ejemplo: “Aprendé, animal”; “No, así no”; “Qué fácil eres”; “Cómo me divierto contigo”. Cuando no le hablaba, le movía la cabeza con gesto de “contrariedad”. Y Foreman cayó en la trampa. el también comenzó a hablar y a gastarse psicológicamente. Al finalizar el cuarto round le escuché decir claramente: “Ahora te mato”. Era lo que quería Clay: desmoralizarlo, llevarlo a la lucha verbal, reírse de las fallas de Foreman y hacerlo caer en histeria con palabras y foules. Cassius lo hacía con la tranquilidad del que provoca como parte de un plan: Foreman, con el nerviosismo de un hombre humillado. Y el resultado de esta actitud tiene que ver con el resultado de esta pelea. Clay había conseguido su objetivo.

Hoy al evocar aquel acontecimiento vuelvo a ver el paisaje eternizado de la gloria de Muhammad Alí, el más grande…

Fuente: telam

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