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3 de agosto de 2025

LA ENVIDIA: CUANDO EL ÉXITO DE LOS DEMÁS NOS HACE SENTIR MAL.

Analizamos el origen y los aspectos psicológicos de la persona que siente envidia El escritor Harold Coffin decía: «…es el arte de contar las bendiciones del otro en lugar de las propias». ¿Sabes a qué se referiría? Esta frase es sobre la envidia y sobre ella hemos escrito este artículo.

¿Por qué en tantas ocasiones la valía de otras personas, sus éxitos, sus logros… generan animadversión, antipatía en los demás?¿Las personas que sienten envidia son peores personas? ¿Hay una envidia mala y una envidia buena? En este artículo vamos a responder a estas preguntas y aclarar algunas creencias erróneas y mitos. Te invito a seguir leyendo, seguro que las cuestiones sobre este tema te van a ser muy útiles. ¿Qué es la envidia? Qué es la envidia Podemos definir la envidia como un sentimiento de tristeza o malestar ante un bien o cualidad que posee otra persona. La etimología de la palabra envidia proviene del latín invidia, derivado de invidere: in (hacia el interior) y videre (ver), lo que originariamente significó “meter la mirada” y a partir de ahí derivó clásicamente en mirar con malos ojos, con hostilidad, para progresar hasta el significado actual. La palabra envidia –desde su sentido más originario– conlleva una acción por parte de la persona que la siente, significa considerar a otra persona o lo que posee con malicia, con el deseo sobre esas posesiones (Bryson, 1977). El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define la envidia como: “tristeza o pesar del bien ajeno” y “emulación, deseo de algo que no se posee”. De estas definiciones pueden extraerse dos características de la envidia: La envidia implica una ferviente aspiración de poseer algo de lo que se carece, pero que lo disfrutan otros. Se acompaña del deseo de que quien efectivamente dispone de lo que se anhela, lo pierda, o de alguna manera se vea perjudicado. Y estas dos características son muy relevantes a la hora de analizar la envidia desde el prisma emocional, ya que va a implicar emociones que van en dos direcciones, hacia uno o una misma: insatisfacción, frustración, injusticia…, y hacia la persona a la que envidiamos: enfado, ira, resentimiento, antipatía… La envidia suele aparecer como una respuesta hacia otras personas que nos superan en determinadas habilidades, logros, o cualquier otra variable que consideramos importante (Salovey y Rothman, 1991). En la experiencia de envidia es clave la relevancia que le demos a aquellos aspectos que estamos comparando, es decir, que consideremos decisivos al establecer nuestro autoconcepto (Smith, Diener y Garonzik, 1990). Además la experiencia de envidia se relaciona con resentimiento por la sensación de injusticia, hostilidad y sentimientos de inferioridad. (Smith, Diener y Garonzik, 1990). ¿Cuál es el origen de la envidia? ¿Por qué la sentimos? La envidia es un sentimiento natural de la condición humana, surge en los contextos de socialización y todos la hemos experimentamos en alguna medida y en diferentes momentos de nuestra vida. A medida que vamos formando nuestra identidad y se va desarrollando nuestra autoestima, nos comparamos con nuestros semejantes para contrastar nuestra valía. La envidia es una emoción eminentemente social, ya que las reacciones afectivas inducidas se producen por comparación con los demás, y tanto las cogniciones, pensamientos, como eventualmente las conductas, están dirigidas hacia –o en contra de– las personas que tienen o disponen de aquello de lo que carecemos. La comparación social es uno de los procesos más relevantes implicados en el autoconcepto y la autoestima, ya que los demás nos sirven como criterio a la hora de valorar nuestras propias capacidades (Tesser y Campbell, 1980). En definitiva, sentir la aspiración o la ambición de alcanzar logros, capacidades o bienes que observamos que tiene otra u otras personas, no es en sí misma una emoción “negativa” –ya hablaré más adelante de la envidia buena o mala–. La cuestión es cómo gestionamos esas emociones, y lo más importante, qué pensamos y cómo actuamos ante el reto que se nos presenta: conseguir también esas metas o logros que otra persona ya ha alcanzado. La envidia es una de las emociones cuya valoración moral suele ser más peyorativa, hasta el punto de que es difícil que alguien admita padecerla, especialmente porque con ella se asume no solo que se codicia lo que tienen los demás, sino que, de alguna manera, se reconoce, siquiera implícitamente, una inferioridad respecto a la persona que posee lo que se anhela. (Chóliz, M. y Gómez, C., 2002). Muchas veces se identifica sentir envidia con ser una “mala persona”. Y aquí, una vez más, tengo que insistir en una idea fundamental en Psicología: sentir y ser no es lo mismo. Puedo sentir envidia, eso no significa ser envidioso o envidiosa. Ya volveré sobre esta idea más adelante. Algunas de las creencias erróneas asociadas a la envidia Soy mala persona porque siento envidia de otros y quiero que les vaya mal. Soy una persona envidiosa. Si siento envidia es porque no valgo, no soy capaz o no tengo capacidad para conseguir cosas. Es antinatural sentir envidia, hay algo en mi que no funciona bien. No puedo dejar de sentir envidia, no soy capaz de manejarlo y no lo puedo cambiar, es mi personalidad. Ninguna de estas afirmaciones es cierta, y a lo largo del artículo veremos por qué. Más información en Psicología y Psiquiatría Te propongo el artículo: ¿El problema soy yo, mi forma de ser… mi personalidad? Todo parece estar muy claro sobre la envidia: «Una emoción que no tiene nada positivo». «Quien la experimenta es ‘mala persona’»… Aclaramos ideas erróneas y mitos sobre la envidiaCompartir en X Envidia sana vs envidia de la mala Envidia sana vs envidia mala Normalmente, y de forma coloquial, diferenciamos entre envidia de la mala y envidia sana. Cuando hablamos de envidia de la mala generalmente nos referimos al hecho de experimentar un malestar significativo e intenso relacionado con una persona que posee algo que deseamos tener o que pensamos que esa persona no merece. En cambio, nos referimos a envidia sana, cuando esa sensación de malestar es menor o prácticamente inexistente. Seguramente es el grado de animadversión o antipatía hacia la persona sobre la que dirigimos nuestra envidia la que va a determinar si consideramos esa envidia sana o mala. Y esto es curioso, ¿cuál es ese grado que establece la frontera entre una y otra envidia? La envidia es una emoción, y ya hemos dicho en muchas ocasiones, en estas mismas páginas, que las emociones no son buenas ni malas. Todo lo que sentimos, todas nuestras emociones, tienen una función adaptativa, en este caso, sentir envidia nos da información, nos invita a reflexionar sobre nuestras capacidades y competencias, sobre lo que tenemos, y también sobre aquello que necesitamos, deseamos o a lo que aspiramos. Y esa percepción nos permite, si queremos, movilizarnos para el cambio, definir metas y ponernos en acción para alcanzarlas. Es natural sentir emociones, todas las emociones, lo que nos define es qué hacemos con ellas, es ahí donde podemos intervenir. En definitiva, la envidia es una emoción más, la clave es cómo la sentimos, cómo la gestionamos y cómo modifica nuestros pensamientos y conductas, es decir cómo afecta a nuestra vida. La envidia puede ser perjudicial, y lo puede ser a distintos niveles: Nos puede provocar un elevado malestar, que puede llegar a ser tan intenso como frecuente. Puede generarnos sentimientos de culpa y empeorar nuestra autoestima y autoconcepto. Por último, puede generar una elevada animadversión hacia otra persona, hasta el extremo de tener pensamientos obsesivos hacia ella, incluso tener conductas agresivas. Es interesante observar cómo las redes sociales, al igual que sucede en relación a otras emociones, han potenciado los sentimientos de envidia, o mejor dicho, han facilitado una forma de responder a estos sentimientos de un modo inadecuado, expresándose esta envidia con comentarios agresivos, acoso, beligerancia… El conocido término hater tiene mucho que ver con la envidia y un modo inadecuado de gestionarla y de expresarla. Recientemente fue noticia un informe desvelado sobre la red social Instagram en el que hablaban de las emociones que sentían, mayoritariamente adolescentes, al compararse y “envidiar” aquello que tenían otras personas y los sentimientos de tristeza que les provocaba, fundamentalmente en relación a unos estereotipos de belleza inadecuados –sino irreales–. ¿Cuándo la envidia es un problema? La envidia como problema La envidia puede convertirse en un problema cuando influye en mi percepción de felicidad o afecta a mi autoestima. Esto puede ocurrir si dedicamos mucho tiempo a pensar en lo que los demás –o alguna persona en concreto– tienen y nosotros o nosotras no. Centrarse en esta comparación genera frustración, impotencia, enfado y rabia, y una percepción de injusticia, en resumen merma considerablemente nuestro bienestar.

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